Un centenar de pendientes en el escritorio, otros tantos en la cabeza y la esperanza de unas horas más de sueño en el cercano fin de semana taladraban la mente de los estudiantes, desvelados siempre, que a las once de la noche del jueves 23 de abril aún estaban despiertos.
El secretario de salud José Ángel Córdova Villalobos, anunció –después de al menos 15 días de extrañeza de los trabajadores del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) por la gran cantidad de casos graves de neumonía– “solamente como medida preventiva, la Secretaría de Salud y de Educación Pública han considerado conveniente la suspensión de clases mañana viernes 24 de abril en los planteles públicos y privados de todos los niveles educativos desde preescolar hasta universidades del Distrito Federal y el Estado de México”. Este fue el primer síntoma manifiesto del congelador del tiempo.
Al otro día, las calles semidesiertas, sólo los desafiantes y temerarios, necios o incrédulos. “la Secretaría de Salud recomienda mantenerse alejados de las personas que tengan infección respiratoria” palabras que se tatuaron en el imaginario social y razón suficiente para “malmirar” y señalar a todo aquel que tosiera o estornudara, peor que al mas despreciable animal vivo sobre la faz de la tierra.
Evitar lugares concurridos, recomendación letal, a las nueve de la mañana del viernes 24 de abril la decisión estaba tomada, “UNAM cancela actividades culturales”, “Secretaría de Cultura del DF cancela actividades” y los partidos de fútbol en el Distrito Federal a puerta cerrada. Poco a poco el veneno del ocio invadía el territorio.
De pronto regresé a la adolescencia, es la Segunda Guerra Mundial y mi nombre es Ana Frank, debo esconderme por mi origen y por temor de contraer tifus, simplemente para no morir, hago de la radio mi medio de información y de la esperanza mi forma de vivir.
No, no es exageración, la gente no sale, no se saluda, se ven como enemigos unos a otros, se cubren el rostro con un paño azul que sirve de mecanismo de defensa para no ver las muecas de desprecio y de terror. Los afortunados hacen de Internet el medio más fidedigno. Se corre el rumor, que esto no será de un día.
Sábado 25, los cubre bocas agotados, y los existentes a precios elevados, los medios anuncian que se venden hasta en 50 pesos. Poco a poco se consumen las alternativas recreativas. Las clases hasta el seis de mayo, en el mejor de los casos, y desde hoy todos encerrados.
Subir al metro sin la necesidad de luchar cuerpo contra cuerpo por un asiento resulta interesante, aunque todos buscan estar lo más lejos posible de los demás y otros tantos decidieron caminar para no abordar el camión para viajar.
Ahora Catherine Dollanganger viene a mi mente, sí lo se su nombre no es muy familiar para la mayoría, pero Flores en el ático es su historia. ¿Cómo hacer de la casa, un lugar extraño al que la mayoría de las veces sólo llego a dormir, un lugar parecido al paraíso?
Cuando niños, la matatena, las muñecas, los juegos de mesa o una caja de cartón eran suficientes para que el segundero del reloj avazara con la rapidez de un rayo. Pero en 2009, ni X-Box, Internet, o la cada vez más decadente programación de TV son suficientes. Aún hay cines pero en las noticias de TV Azteca dicen que la afluencia disminuyó en 90 por ciento.
No se necesita ser experto para intuir que el panorama se presenta cada vez más sombrío, Córdova Villalobos cada que sale a cuadro anima a la gente diciendo que los mexicanos estamos actuando bien, pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) eleva la alerta y de poco en poco México se queda sin mexicanos.
La cultura del rumor y la especulación sigue siendo la fuente de información de muchos los que ni la emergencia les ha provocado curiosidad por encender las noticias y sólo se dejan llevar por el ir y venir de opiniones.
“A poco usted si cree eso de la influenza señorita, eso ni es cierto, yo no conozco a nadie cercano” –y no creo que quiera conocerlo ¿verdad? – comenta un ruletero. Lourdes Solares, quien trabaja como enfermera en el INER, en una platica más de las que ya ha sostenido con el resto de su familia platica: “Sí, sí es cierto, aunque Mary no lo crea”.
Comenta que desde las primeras semanas de abril las salas del INER se encuentran a su máxima capacidad y con enfermos de neumonía avanzada, y enfatiza la difusión de las medidas preventivas que han permitido el flujo de pacientes más rápido y con menor agudeza de la enfermedad.
Conforme pasan los días los países alrededor del mundo informan sobre los casos que se presentan en su territorio. A pesar de las recomendaciones de la OMS al incrementar el nivel de alerta a cinco el 29 de abril, algunos países comienzan cierres extraoficiales.
Las personas realizan compras de pánico en los supermercados, pues se rumora que “cerrarán” pero todo son rumores, López Dóriga en su noticiario nocturno desmiente esta versión.
La ironía y buen humor de los mexicanos no se hizo esperar pues en un inicio se le denominó “influenza porcina”, y cientos de frases comenzaron a circular principalmente en la red. “Cría puercos y te sacarán los mocos o “El virus de la influenza porcina se neutraliza con antipuercos”.
“El sentido del humor es fundamental, es un sello de inteligencia, es el arma más poderosa para restarles poder a los poderosos, desenmascarar a lo tiranos, es lo más grande que hay y por eso se prohíbe”, comenta el dramaturgo y periodista mexicano Sergio Zurita, autor de la segunda frase mencionada en el párrafo anterior.
Pero con el paso de los días, el ánimo en la gente fue disminuyendo, llegar al trabajo o actividades alternas a la escuela representaba en primera instancia una barrera, como estar en el zoológico y saber que si te acercas a la reja corres peligro.
La videoteca familiar dejó de ser suficiente y desde el 1° de mayo muchas de las alternativas cerraron sus puertas y sólo permanecieron abiertos los abastecedores de artículos de primera necesidad.
Librerías y tiendas de discos se sumaron a la agonía ociosa de los chilagngos, cuando Internet se convirtió en la alternativa de la élite, en un país en el que sólo el 20 por ciento de su población tiene la posibilidad de acceder, de acuerdo con información que el investigador de la UNAM, Raúl Trejo Delarbre, proporcionó a El Universal en diciembre de 2008.
La descarga de películas, porque ni los de los puestecitos de la esquina salieron; o la lectura electrónica que a largo plazo cansa la vista pero nutre de igual forma el alma y el espíritu.
Tan sólo en la industria cinematográfica la pérdida fue de 268 millones de pesos de acuerdo con información proporcionada por la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica y del Videograma (CANACINE) por la cancelación de 510 proyecciones. Por mencionar sólo un rubro.
El inició de actividades paulatino en el Distrito Federal desató la polémica principalmente en los productores de teatro debido a las disposiciones que el gobierno local estableció para garantizar la salud de los capitalinos en la que se debían dejar lugares entre cada persona.
Esta medida llevó a posponer nuevamente la premiere en México de Wolverine, cuarto filme de la saga de X-men. Maria Eugenia Mondragón, titular del Centro Cultural José Martí de la Secretaría de Cultura formalizó la cancelación de los espectáculos en ese recinto hasta que las medidas se regularizaran pues esta precaución, le permitiría únicamente ingresar 12 personas.
Más fue el escándalo que lo que tardó el Gobierno del Distrito Federal en anunciar la disminución de la alerta, lo cual permite reanudar las actividades a una velocidad mayor a la establecida con anterioridad.
Las escuelas, universidades y preparatorias, regresaron a la vida después de la pausa de dos semanas en su sistema educativo –cuando en más de una ocasión se mencionó que los más vulnerables al contagio eran los jóvenes– contrario a lo que se pensaba.
Medidas relajadas, en un país que se volvió obsesivo por la higiene personal y colectiva. El cassette continua su andar para registrar en la historia la epidemia que paralizó a un país, discriminó a su población y la sumió en el abandono del alma a nada, porque hoy sin la rapidez de nuestras actividades parece que no sabemos hacer nada.
Tal vez sólo quede la cultura de la prevención, la obsesión por la limpieza y en el recuerdo un
par de semanas de miedo, ocio, y por qué no decirlo goce de las personas con las que pocas veces convivimos. Aprender a convertir un pantano en un bello jardín y de la esperanza y la fe una forma de vivir.
Por Rocío Santos
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