lunes, 4 de mayo de 2009

Somos algo más que flores en el ático

El encierro es el mejor amigo del ocio, el aburrimiento y la agonía; la acumulación de lágrimas suele ser mayor al de las risas; y el cielo en ocasiones se contagia de la melancolía de un corazón deseoso de ver nuevamente brillar la luz del día.

Este panorama sombrío apretuja el pecho, asfixia el alma y deja brotar lágrimas como dagas. Como antecedente un hecho inesperado, una despedida repentina una loza de piedra esconde la felicidad vivida.


El tic tac del reloj taladra la cabeza con una cuenta regresiva que parece no tener fin. Detener el tiempo mientras las manecillas no dejan de avanzar y tic tac, tic tac.


En plena primavera, la estación de las flores y el sol, la Ciudad de México se ha paralizado, de un día a otro ingresó en el congelador, las calles desiertas recuerdan a cada instante que la angustia e incertidumbre se han apoderado de la mayoría de los habitantes.


Otros tantos, se han quedado en casa a hacer caso de las medidas preventivas de las autoridades, expresando en cada oportunidad que sus vidas sin actividad se han vuelto un caos.

“Cuando era joven, al principio de los años cincuenta, creía que la vida entera iba a ser como un largo y esplendoroso día de verano. Después de todo, así fue como empezó”…


La vida de Catherine Dollanganger inicia así, con una infancia de ensueño a lado de sus padres Corine y Christopher y su hermano mayor Chris y el posterior nacimiento de un par de hermanos gemelos Carrie y Cory.


“Dieron las cinco y pasaron” y su padre no llegaba después de un viaje para la fiesta de cumpleaños que le tenían preparada y los segundos a partir de entonces se convirtieron en eternidades congeladas, ataduras sin posibilidad de libertad y sueños sin la esperanza de ser cumplidos.


La muerte del padre de Cathy es el punto de partida de una serie de infortunios en la vida de estos cuatro niños.


“A lo largo de todos estos días interminables, penosos, sombríos de pesadilla, cuando nos tenían presos la esperanza, y cautivos la codicia”… Encerrados, ocultos, nostálgicos, así pasan sus días añorando con el paso de cada instante la salida a una vida de lujos y abundancia.


Es así como Flores en el ático de la autoría de la escritora estadounidense V. C. Andrews nos demuestra que el encierro estacional influenciado por la influenza es un ciclo más en la vida que pasará, pues a pesar de estarnos negado por temor al contagio cualquier muestra de cariño, la luz del sol reaviva hasta al hombre con corazón de hierro.


Presas de la incertidumbre, el ocio y el aburrimiento podemos alimentar el alma con las bellas palabras y descripciones detalladas de esta autora y la historia un tanto desdichada de estos cuatro niños que intentarán hacer de un ático el lugar más armonioso posible para crecer entre las sombras y sin la luz del sol porque “somos algo más que flores en el ático, flores de papel”.


Por Rocío Santos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario